Aldama
es tierra de alamedas y acequias; dos ríos la riegan y un bosque la cobija. Las
cocinas de sus viejas casonas huelen a ate y membrillo y sus mesas se visten
con blancos manteles almidonados.
En
agosto de 1671, el capitán Pedro Cano de los Ríos recibió del gobernador de la
Nueva Vizcaya el permiso para ocupar los campos al sur de Tabalaopa.
Aunque
con vida precaria, el poblado de San Jerónimo subsistió hasta un atardecer que,
con un crepúsculo rojo, como incendio lleno de alaridos, los apaches cayeron
sobre el pueblo matando a todo ser viviente y prendiendo fuego al caserío y a
la iglesia; los mozos fueron llevados cautivos y los pocos que lograron
salvarse de la masacre llegaron a chihuahua con la infausta noticia. Las ruinas
y los cuerpos ocuparon San Jerónimo y Santa Ana Chinarras.
Creada
la comandancia de provincias internas, se comisionó en 1783 capitán Juan
Gutiérrez de la cueva para repoblar san Jerónimo y asentar ahí el presidio de
San Borromeo, que sería defendido por una guarnición. Se construyeron murallas
y la iglesia que aún subsisten, sobria y sólida, de adobe.
Hoy es
la cabecera del municipio con el mismo nombre, dedicado primordialmente a la ganadería
y a la agricultura.
En la
salida hacía Ojinaga, a 43 Km. de Aldama hay una desviación a la derecha que conduce
10 Km. adelante, hasta la presa El Granero, un sitio que a pesar de carecer de
servicios turísticos formales, resulta ideal para la pesca de carpa, lobina y
bagre.
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