27.6.12

LOS DINOSAURIOS EN CHIHUAHUA




Perdiéndonos en la sombra de los tiempos, hay que imaginarnos la flora y fauna exótica que cubrió la tierra hace 200 millones de años para extinguirse a finales del mesozoico, hace 65 millones de años. Como es sabido, estas especies ocuparon casi la totalidad de la tierra y sus fósiles se hayan desperdigados en todos los continentes.

En el desierto norteño, estos restos fueron encontrados a flor de tierra por nuestros antepasados.
En yepómera y otros lugares erosionados por los ríos, aparecieron los primeros molares de estos animales. Así Surgió la leyenda entre los Tarahumaras de una raza de gigantes ya extinta que pobló la tierra.

Su abundancia fue tal que con ellos se hicieron cercas y corrales. En este desierto se han localizado la especie del hadrosaurio también llamado “pico de pato”, por la forma de su hocico. Estos animales alcanzaban una longitud de hasta 20 metros y un peso de 28 toneladas.



Los hidrosaurios eran bípedos y herbívoros y vivían en pantanos muy húmedos.

Especímenes marinos y vegetales abundan en la zona desértica y una serie de ejemplares han sido coleccionadas para su exhibición en el museo del mamut en la ciudad capital y el flamante Museo de Paleontología de la ciudad de delicia, unos cuantos kilómetros al sur de la capital.

20.6.12

Ojinaga y sus alrededores


Al sitio donde los ríos más caudalosos de Chihuahua –el Conchos y el Bravo- mezclan sus aguas, llegó en 1684, el maestre de campo Juan Fernández de Mendoza, tomó posesión de la tierra, en nombre de la corona española.
Pasaron 30 años hasta que el virrey de Valero ordenó al sargento mayor, Juan Antonio de Trasviña, someter a los indígenas nativos que merodeaban por las riberas de ambos ríos, impidiendo la labor de los misioneros y de los colonizadores.

Trasviña fundó Santiago de Coyame y Nuestra señora de Begoña y desde lo alto de una sierra que llamó De la Cruz, vio el fértil valle de Ojinaga. Sus hombres atravesaron el río y en la otra banda levantaron cuatro misiones: la de Aranzazu, la de Guadalupe, la de San José y finalmente la de San Cristóbal. Esos nombres, perdidos en el polvo del desierto, se recuerdan a penas unos renglones de la historia.



Las misiones de los ríos se despoblaron diez años después, cuando los indios se alzaron y la región volvió a ser como antes. Para cuando los indios se alzaron y la región volvió a ser como antes.
Para detener a comanches y apaches, los novohispanos establecieron un presidio militar en 1759, al que llamaron presidio del norte. Ese nombre quedó hasta 1865, cuando los liberales chihuahuenses cambiaron el viejo nombre por el del valle de Ojinaga, en memoria de su correligionario Manuel Ojinaga, asesinado por los imperialistas en la sierra Tarahumara. En cambio, los invasores norteamericanos que se establecieron a la  izquierda del río Bravo conservaron el nombre del presidio, tan cargado de historia.

Ojinaga, localizada  a 233 Km. de la capital Chihuahuense, siguió siendo paso de aventureros desesperados que desafiaban a víboras y coyotes del desierto.

Ojinaga es un paisaje casi lunar; se puede imaginar el principio del mundo, cuando los dinosaurios poblaron esta tierra.

14.6.12

Aldama y sus alrededores





Aldama es tierra de alamedas y acequias; dos ríos la riegan y un bosque la cobija. Las cocinas de sus viejas casonas huelen a ate y membrillo y sus mesas se visten con blancos manteles almidonados.
En agosto de 1671, el capitán Pedro Cano de los Ríos recibió del gobernador de la Nueva Vizcaya el permiso para ocupar los campos al sur de Tabalaopa.

Aunque con vida precaria, el poblado de San Jerónimo subsistió hasta un atardecer que, con un crepúsculo rojo, como incendio lleno de alaridos, los apaches cayeron sobre el pueblo matando a todo ser viviente y prendiendo fuego al caserío y a la iglesia; los mozos fueron llevados cautivos y los pocos que lograron salvarse de la masacre llegaron a chihuahua con la infausta noticia. Las ruinas y los cuerpos ocuparon San Jerónimo y Santa Ana Chinarras.

Creada la comandancia de provincias internas, se comisionó en 1783 capitán Juan Gutiérrez de la cueva para repoblar san Jerónimo y asentar ahí el presidio de San Borromeo, que sería defendido por una guarnición. Se construyeron murallas y la iglesia que aún subsisten, sobria y sólida, de adobe.

Hoy es la cabecera del municipio con el mismo nombre, dedicado primordialmente a la ganadería y a la agricultura.
En la salida hacía Ojinaga, a 43 Km. de Aldama hay una desviación a la derecha que conduce 10 Km. adelante, hasta la presa El Granero, un sitio que a pesar de carecer de servicios turísticos formales, resulta ideal para la pesca de carpa, lobina y bagre.


6.6.12

La cultura Tarahumara


                                                



 Cuando el  Jesuita Juan Fonte fundó en lo que hoy es Balleza una misión para Indios Tepehuanes, supo que tenían fricciones con los llamados raráhumare, o sea “corredores de a pie”. Al redactar su informe anual en 1607, el padre Fonte se enfrentó al dilema de no usar la letra R –que suena fuerte al principio de palabra- Pues deformaría el gentilicio que pretendía escribir, así que optó por escribir tarahumares, en vez de rarámares.
Los estudios arqueológicos revelan su presencia en la sierra Chihuahuense desde hace cerca de 10 mil años. La antropología los considera de origen Náhuatl, y su lengua está clasificada dentro del grupo uto-azteca.

Es sorprendente que el numero aproximado de 40 mil individuos reportado por los jesuitas en el siglo XVII haya permanecido mas o menos estable hasta nuestros días, así como la homogeneidad de su cultura e idioma, a pesar de que nunca tendieron a formar comunidades, debido probablemente a la geografía de su hábitat- que no permite cultivos extensos- y a que las planicies son demasiado áridas para sembrar, por lo que vivían también de la caza y la pesca

Aun conservan juegos con antiguas raíces religiosas: la carrera de bola de encino entre los hombres, conocido como rarajípari, y las carreras de mujeres que se lanzan dos pequeños aros entrelazados, a los que les llaman rohuena. Compiten por equipos que representan sus rancherías; los hombres recorren distancias kilométricas que se cubren sin interrupción, lanzando con el empeine la bola hacía adelante mientras los espectadores lo estimulan gritando “¡huériga, huériga!” y les ofrecen pinole y tesgüino.