En el vértice que forman los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango, se encuentra una amplia zona llena de misterios y leyendas, vigilada en su soledad por enhiestas cumbres que parecen flotar en un mar imaginario. El acceso al área se puede realizar por ferrocarril o a través de la carretera que comunica con Torreón. Está al noroeste de Cevallos, Durango, y abarca un área más o menos conocida desde San Juan del Centro y lo que fue la Hacienda de Mohovano.
En esta región desértica las ondas hertzianas se propagan difícilmente y en partes dejan de percibirse, de aquí el nombre “Zona del Silencio”. Se ha especulado mucho sobre el fenómeno, al que no se le ha encontrado explicación satisfactoria.
En el lugar llamado Chupaderos se han encontrado muchos restos meteoritos. Esta concentración es histórica, pues en Allende se localizo uno de 14 toneladas; otros han sido trasladados al Palacio de Minería en México.
Es evidente que esta zona fue parte de un gran mar, ya que se pueden encontrar muchos fósiles marinos ya petrificados, con una antigüedad superior a los 60 millones de años.
En las noches diáfanas del verano se observan raros fenómenos luminosos en el cielo; y en el día se aprecia una flora desértica con características propias –algunas no clasificadas- y una fauna sui géneris en la que destacan las pequeñas tortugas del desierto.
No se recomienda introducirse en esta región sin un guía experimentado y sin suficiente provisión de agua, ya que en ocasiones los celulares y las brújulas dejan de funcionar.
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