Esta es la tierra donde, según cuenta la tradición, lloró la pequeña imagen de la Virgen que está en la vieja misión franciscana. Cunado los indios conchos se sublevaron en 1645, dos misioneros regaron esta tierra con su sangre: fray Tómas de Zigarrán y fray Francisco Labado. Posteriormente se erigió en este lugar, en 1680, un presidio militar que permanecería hasta mediados del siglo XVIII.
Junto con la misión de Coyame y el resto de los pueblos fundados en el río Conchos, tuvo gran relevancia durante el periodo colonial.
Además del atractivo que representa su cercanía con el río, aún pueden verse vestigios del acueducto y otras construcciones coloniales como el templo de San Francisco de Asís, el panteón y la capilla de la Virgen de Guadalupe.
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