25.1.12

Naica



Se trata de un viejo mineral incrustado en la ladera de la llamada Sierra del monarca. Está comunicado por carretera pavimentada con Delicias y Saucillo, prolongándose hasta el criadero de caballos de Santa Gertrudis, que mantiene la Secretaria de la Defensa Nacional.

Naica es un típico pueblo minero, con la singularidad de que presenta, en los socavones de su mina, enormes cristales de color blanco que producen la sensación de haber ingresado a grutas encantada. Es, sin lugar a dudas donde se han localizado las formaciones más grandes y numerosas de cristal de roca.

Los cristales pueden visitarse, haciendo previa cita con la compañía peñoles de México. Los visitantes deben tener entre 16 y 65 años de edad; se les exige someterse allí mismo a un chequeo médico y tienen que seguir al pie de la letras las indicaciones de seguridad, pues la temperatura en el interior supera los 46 grados centígrados.

Hacia el exterior de la mina fluye el agua caliente por una acequia que va marcando su curso con el vapor que despide, hasta perderse en los campos de culturo cercanos al pueblo. 

19.1.12

La cultura Tarahumara



Desde hace cientos de años vive aquí, dispersa en pequeñas comunidades, la población Tarahumara.

Cuando el jesuita Juan Fonte fundó en lo que hoy es Balleza una misión para indios tepehuanes, supo que tenían fricciones con los llamados raráhumare, o sea “corredores a pie”. Al redactar su informe anual en 1607, el padre Fonte se enfrentó al dilema de usar o no la letra R –que suena fuerte al principio de palabra- pues deformaría el gentilicio que pretendía escribir, así que opto por escribir tarahumares, en vez de raráhumares.

Los estudios arqueológicos revelan su presencia en la sierra chihuahuense desde hace cerca de 10 mil años. La antropología los considera de origen náhuatl, y su lengua está clasificada dentro del grupo uto-azteca.

Es sorprendente que el número aproximado de 40 mil individuos reportado por los jesuitas en el siglo XVII haya permanecido más o menos estable hasta nuestros días, así como la homogeneidad de su cultura e idioma, a pesar de que nunca tendieron a formar comunidades, debido probablemente a la geografía del hábitat –que no permite cultivos extensos- y a que las planicies son demasiado áridas para sembrar, por lo que vivían también de la caza y la pesca.

Los tarahumares actuales conservan bastantes elementos propios, aunque han tomado préstamos de la cultura occidental, como la domesticación de ganado menor, con cuya lana confeccionan las fajas y mantas que antes hacían con fibra de maguey. Sus magníficos trabajos de cestería mantienen características prehispánicas, y siguen cultivando maíz, frijol y calabaza, aunque la mayoría ha sustituido la coa por el arado jalado por bueyes. Su alimentación es básicamente la misma: tortillas, pinole hecho con maíz tostado, atole, calabazas condimentadas en varias formas, frijoles, quelites, verdolagas y algunas otras hierbas silvestres. 

La carne de venado hoy ha sido sustituida por la de res que consumen por lo general en las festividades.

Bajo un aparente cristianismo, se perciben reminiscencias de una religión animista, con culto al sol, la luna y las estrellas, aunque sujeta al calendario católico. Todas sus ceremonias se celebran con bebidas, comidas  rituales y danzas, entre las que destacan el yúmare –danza para invocar la lluvia- y el tutuguri, que requiere el sacrificio de una res para alimento comunitario.

Es muy frecuente en Semana Santa y Nochebuena una versión peculiar que los tarahumares han creado a partir de la danza de matachines. Aún conservan juegos con antiguas raíces religiosas: las carreras de bola de encino entre los hombres, conocidas como rarajípari, y las carreras de mujeres en que se lanzan dos pequeños aros entrelazados, a las que llaman rohuena.

Compiten por equipos que representan sus rancherías; los hombres recorren distancias kilométricas que se cubren sin interrupción, lanzando con el empeine la bola hacia delante, mientras los espectadores los estimulan gritando “¡huériga, huériga!” y les ofrecen pinole y tesgüino.  




11.1.12

Camargo



A la Perla de Conchos, como también ese le dice a la ciudad de Camargo se llega por la carretera 45-, se ubica a 150 kilómetros de la capital chihuahuense y a 20 de San Francisco de Conchos. Esta región fue punto obligado de paso entre el norte y el sur del estado desde tiempos coloniales No obstante, la fundación formal de Camargo  fue bastante tardía.

Después de la última rebelión tarahuamara, al final de la centuria, se hizo un intento por aceptar el establecimiento de alguno grupos rebeldes en las tierras que hoy ocupa Camargo, pero los nativos prefirieron regresar a su lugar de origen en la sierra.

En 1797, el comandante de las provincias internas, don Pedro de Nava. Ordenó el traslado de 28 familias de San Francisco de Conchos a este sitio que fue llamado Santa Rosalía. Cien años después, el Congreso de Chihuahua cambió el antiguo nombre de la población por el de Ciudad Camargo, en honor del caudillo insurgente Ignacio Camargo, fusilado en 1811.

La ciudad tiene grandes arboledas de álamos y nogales, ideales para pasear a su sombra. La mayoría de sus casas son construcciones del siglo XIX, con frescos jardines interiores que invitan al descanso. Es notable la parroquia con su torre y sus altares neoclásicos. Así como las zonas arboladas que enmarcan al Parque Infantil. Otro edificio que seguramente le encantara es el que ocupa el Ayuntamiento. Cuya campana marca un tiempo que se antoja porfiriano; al repicar, vuelan en desbandada los chanates de la sombreada Plaza Hidalgo.

Como rosa de los vientos puesta en el corazón del estado , este oasis de paz es cuna de ilustre chihuahuenses, entre ellos, el muralista David Alfaro Siqueiros y el cineasta Gonzalo Martínez.

Además de la Presa de la Boquilla, en la corriente del río Conchos hay otras presas: El Tigre donde funciona desde 1918 una planta hidroeléctrica, y más adelante el Lago Colina, inaugurado en 1927.

Al oriente de Camargo inicia un enorme desierto en el que se localizan depósitos lacustres como las lagunas de jaco, Gigantes y patos. En medio de esta árida zona también está uno de los depósitos ferrosos más importantes de la República: el mineral de La Perla, con un ferroducto que atraviesa el desierto y lleva el metal hasta los hornos de Monclova, en el vecino estado de Chihuahua. 

4.1.12

La Boquilla


Esta población , localizada a 9 kilómetros de San Francisco de Conchos, fue creada precisamente al pie de la cortina que forma la Presa La Boquilla, también llamada lago Toronto, construida en 1920 para producir electricidad.   Se trata de uno de los lagos artificiales mas grandes del norte del país, pues tiene una superficie de 175 kilómetros cuadrados con capacidad para almacenar 3,150 millones de metros cúbicos de agua.

Sus características han hecho de esta extensa presa un lugar ideal para la pesca y el esquí acuático. Se puede hacer el recorrido en lancha o en El Colibrí, un barco muy parecido a los viejos vapores.

Muy cerca hay otra cortina llamada El Caracol, cuya estructura asemeja un antiguo castillo medieval; se le ha dado este nombre debido a la escalera de  piedra con forma de espiral que da acceso a dos de sus torres. Esta localidad también es conocida como Boquilla de Babisas y en ella podrá apreciar al venado burra.